Es medio día, y escampa..........por fin!; no hay cierzo, ni llueve, estoy como inquieto, no hago más que asomarme a la puerta del curro a mirar el cielo, y decidido, solo tengo dos horas pero.......que narices es lo que me gusta. El reloj de arena se da la vuelta en mi cabeza y comienza la cuenta atrás. Cierro, voy al banco, como ligero, entrego unos papeles del club a un amigo, me visto de fregay, suelto la blanca del garaje y ya estoy donde quería, rodando para el monte.
La ruta está entre mis cejas desde el domingo, la cola de la pasada borrasca y unos problemas mecánicos abortaron la salida mas funestoglobera que recuerdo, pero eso es otra historia....Atacar el Buitre por la Mina, para bajar la Senda de Valdealagüés, y volver a La Almunia por la pista del Valle es el itinerario, no hay tiempo para más.
Ambiente húmedo, sol entre nubes abiertas, agua que brota a borbotones por todos lados y el sonido de mis cubiertas sobre el barro rompiendo el silencio de la tarde. Mientras me peleo con las fuertes rampas para subir al Buitre, pienso que soy un privilegiado pudiendo disfrutar de este pequeño paraíso en la puerta misma de casa. Al atacar el final de la ascensión el espectáculo se torna dantesco, hermosos ejemplares de Pinaster arrancados de raíz, copas enteras tronchadas, ramas rotas a diestro y siniestro, en fin, el vendaval del 23 de Enero ha dejado su rastro por la sierra para unos cuantos años.
Revisar frenos, regular horquilla, sillín y casi sin resuello a bajaaaaaaaar; quieto parao que ha habido siembra de pinos por la pista vieja y hay que esquivarlos off road, algunos son de tales dimensiones que hará falta ración doble de motosierra para volver a habilitar la bajada. Después de dos oleadas de velocidad en el rostro, a la izquierda aparece la entrada a la recuperada senda de Valdealagüés.
Este antigua trazada discurre sorteando el barranco del mismo nombre, su misión en otros tiempos no tan lejanos fue dar acceso y servidumbre a escarpadas terrazas de cultivo de olivos y almendros en su mayoría, algún hortal cercano a la fuente aun hoy visible, y cabañera de ganado en la derruida paridera que a duras penas se sostiene.
El paso del tiempo, la industrialización y el abandono de la agricultura terminaron por sepultarla; la maleza, y las zarzas, sobre todo las zarzas, hicieron el resto; muerte anunciada de esta y tantas sendas de la sierra.
La belleza del lugar hace de este paraje un rincón muy recomendable para caminar. Mas arriba la senda se funde con el pinar, y subiendo se puede observar un capricho geológico a modo de arco, y desde aquí, dominando en altura podemos deleitarnos con el paisaje, y si hay suerte, sacaremos unas buenas fotos a una familia de buitres que anidan en el roquedo de la Casca Alta desde hace un par de años.
Escalón de entrada con buena recepción seguido de fuerte pendiente y giro, son la carta de presentación para la bici, después agradable singletrack hasta la paridera donde hay un fuerte desnivel al que conviene no llegar muy lanzado, paso justo junto a la esquina y pedaleo para salvar un loma que enseguida te enfila por un murete precioso dejando la fuente a la derecha, la velocidad aquí te empieza a sacar la sonrisa, para llegar a la caseta del Tío Plácido, donde aparecen unas zetas cortas pero con miga que te meten en la umbría del sendero por pedregal resbaladizo, tirar un poco de brazos ayuda, después enfilo como un poseso el descenso hasta la pista. Se acabó, tres minutos escasos y zumbando pal pueblo que al reloj de arena solo le quedan unos granos.
Mientras pedaleo a toda mecha sobre la encharcada pista, una sonrisa de oreja a oreja me llena la cara y una enorme sensación de gratitud me invade, gratitud hacia las personas que de una manera u otra han contribuido a que gente como yo podamos seguir disfrutando de estas sendas. Quién lo iba a decir, gente peleándose con las zarzas de manera altruista hasta conseguir recuperar la senda respetando su trazada original, gracias, mil gracias por vuestro buen trabajo y por compartirlo con los demás.
M.Marín
pues nada, próxima atacada, senda del buitre a la erilla (revuelta del río), que no hay que nos pare.
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